sábado, 26 de marzo de 2016

Frente a la Cruz en Silencio

He regresado hoy después de cuatro días de retiro en silencio en la casa de retiro jesuita Montserrat, aquí en Dallas.

Mucha gente se sorprende cada vez que hago un retiro de silencio, porque toda la vida he sido locuaz, parlanchín, y hasta de chiquito en la escuela a mis padres les mandaban a decir que yo hablaba mucho en clase. Ya hay otras entradas de años anteriores en este blog sobre mi experiencia en el silencio.

Pero el silencio es para mí como la fortaleza de Supermán, que va a encontrarse con su padre y busca fuerzas en un mundo lleno de kriptonita, es uno de mis refugios, y en el silencio Dios es muy elocuente.  Setenta y dos horas de silencio, sólo interrumpidas por las charlas de quince minutos tres veces al día, y con la oportunidad de una conversación privada con un sacerdote. Hablar con un jesuita es siempre una bendición, y yo ansiaba la oportunidad de hablar con el padre Ron, por eso me apunté temprano en su lista.

«Voy a hablarle de mi temor sobre el futuro», me dije, y en la segunda charla ese fue precisamente el tema que él trató. «Pues entonces, voy a hablarle de la soledad», y sí, la siguiente charla trató ese tema, parecía como si Dios me estuviera leyendo la mente y el corazón (y así era). Cuando me tocó mi audiencia privada, el zángano que iba antes que yo se extendió en su tiempo y yo me quedé sin poder hablar. Y es que ya nada había que hablar. Sólo escuchar.

El Jueves Santo en la noche, mientras todos dormían, sólo yo me quedé a observar la luna, aquella hostia gigante que me recordaba a mi abuela cuando visitábamos los altares y a la inolvidable misa de mi querido padre Dubert. Y un peso muy grande apretaba mi pecho, pensando en dónde he estado y dónde estoy en mi vida. Ese peso me duró hasta que me fui a hacer una oración privada en la capilla, y allí me encontré con la oración de Thomas Merton:

"Dios, Señor Mío, no tengo idea de adónde voy.No veo el camino delante de mí.  No puedo saber con certeza dónde terminará.  Tampoco me conozco realmente, y el hecho de pensar que estoy siguiendo tu voluntad no significa que en realidad lo esté haciendo.  Pero creo que el deseo de agradarte, de hecho te agrada.  Y espero tener ese deseo en todo lo que haga.  Espero que nunca haga algo apartado de ese deseo.  Y sé que si hago esto me llevarás por el camino correcto, aunque yo no me de cuenta de ello.  Por lo tanto, confiaré en ti aunque parezca estar perdido a la sombra de la muerte.  No tendré temor porque estás siempre conmigo, y nunca dejarás que enfrente solo mis peligros.  Amén" (Thomas Merton)


El Viernes Santo, ya con un camino interior recorrido, en el momento en que exponen la Cruz, tuve otro momento de encuentro con Dios.
Yo vi en esa Cruz mucha gente querida, y mucha gente a quienes he crucificado o he dejado que crucifiquen.
Y entre lágrimas, en el silencio de aquella tarde solemne, en aquel lugar paradisíaco, esto fue lo que el Espíritu me inspiró, lo comparto con temor, pero para que sirva de inspiración, motivación, o gracia para otros:


Como la mujer de Lot
silente y petrificada
en vez de mirar al frente
miraba cosas pasadas.

Y cambié, como Esaú,
mi herencia por casi nada
Tú, Señor, me hiciste libre
mientras yo me esclavizaba.

Cómo Josué sin trompetas,
cómo Moisés sin su vara,
Tú me tocaste los labios
y yo callé mis palabras.

Tú, Señor, me diste todo
y yo no conservé nada;
hoy solamente me quedan
treinta monedas de plata

Yo en Getsemaní durmiendo
mientras que Tú agonizabas:
Yo a ti te negué tres veces,
Tú nunca diste la espalda.

Por eso al pie de tu cruz
y agachando la mirada
no vengo a pedir por mí,
porque no merezco nada.

Pero te pido por otros
a quienes guardo en mi alma,
que por tu misericordia
sean tocados por tu gracia.

Por todo aquel que he ofendido
con mi orgullo y mi arrogancia,
con una palabra hiriente
o alguna ofensa causada.

Por todo el que no ayudé
cuando me necesitaba,
por cada ocasión perdida
de llevarles tu palabra.

Por no ser imagen tuya
en la calle y en la casa
y no reflejar tu rostro
a las personas que amaba.

Todo el tiempo que he perdido,
mi vida desperdiciada,
los tropiezos del camino
y mi falta de esperanza.

A tus pies aquí te traigo
esta carga tan pesada;
bájate Tú de esa cruz
y déjame allí clavarla.

Yo quiero matar mis muertes,
en tu cruz crucificarlas,
sólo así podré seguirte
y mirarte cara a cara.

«No es necesario», me dices
con tu voz dulce y cansada
«yo ya he pagado tus cuentas,
puedes soltar esa carga.

Con el precio de tres clavos
tus deudas quedan saldadas,
al morir en esta Cruz
yo ya he salvado tu alma.

Ahora vete a hacer el bien,
ahora regresa a tu casa,
vuelve por otro camino
y recobra la esperanza.

En la casa de mi padre
hay muchísimas estancias
y a tu corazón contrito
le reservaré una plaza.

No existe Gloria sin cruz
ni hay brillo sin una llama,
ni resurrección sin muerte,
ni Victoria sin batalla.

Y yo venceré la muerte,
se cumplirá la Palabra:
mira que si el grano muere
da fruto y en abundancia»

Casa de Retiro Jesuita Montserrat
Dallas, Viernes Santo 2016

5 comentarios:

gi dijo...

Hermoso.
Ademas agradecer que puedas encontrarte en el silencio con lo que valoras y disfrutar lo que no todos pueden , la dicha de poder estar con ellos mismos y salir en paz.
Un abrazo.

Teresa Guzmán dijo...

Gracias Simón por compartir tus experiencias. Quizás no lo sabes, pero sin proponertelo, tu testimonio son lecciones para más de una persona. Un gran abrazo en Cristo, Maria y De La Salle.

Teresa Guzmán dijo...

Gracias Simón por compartir tus experiencias. Quizás no lo sabes, pero sin proponertelo, tu testimonio son lecciones para más de una persona. Un gran abrazo en Cristo, Maria y De La Salle.

Sabrina dijo...

Ayyyy Saimon....eres demasiado especial para nosotros, que no lo seras a los ojos de nuestro Senor? Descansa tus angustias, dudas y pesares en el, que tu carga se hara mas ligera di'una ve'.... TQM <3

Ernesto Ulises dijo...

Gracias Saimon, creo que tengo que vivir la experiencia. Te quiero mucho hermano !