Mirando hacia
atrás, yo pienso que todo empezó en el Instituto Domínico-Americano, tendría yo
como 10 años de edad, en aquella clase en la que la maestra nos puso a ver “El Mago de Oz”
(en diapositivas, una cosa súper moderna entonces). En un momento dado, la manganzona de Dorothy - muy mayor para ponerse esa ropita - y su perro con nombre de mala
palabra, están de lo más bien en Kansas, pero de repente en la grabación se oye
un reperpero y un vientazo y en la siguiente diapositiva Dorothy y el perro se
están cagando de miedo, afuera se ve una vaina borrosa y oscura. Muy precoupado, le pregunto a
la teacher que qué pasó y ella me dice en pikingli que es un tornado, y al ver
mi cara de pánico me sonríe y me dice que no me preocupe, que en RD eso no se
ve. Menos mal.
Le damos fast
forward a la película (a la de mi vida, no a la de Dorothy), y llegamos a los 26 años. Es
medianoche en el verano en Arizona, y estoy haciendo fila para ver el estreno
de la película Twister. Le pregunto a mi amigo Jorge que anda conmigo, que por qué la fascinación
de los americanos con el clima y el terror, y él me explica que los gringos son
un poco masoquistas en ese sentido. Masoquista yo que me tiré mi clavo de
película, medio entretenido, medio preocupado, y al salir del cine me puse a
averiguar si en Arizona había tornados. Y resulta que no, solo eventos inofensivos como temperaturas
de 50 Celsius y tormentas de arena. Menos mal.
Fast forward de
nuevo. Pasaron ocho años y estoy en el cine de nuevo, esta vez en RD y con mi amiga Rosa.
Estamos viendo “El día después de mañana” y el tema de la súper tormenta de
nuevo sobre el tapete, y Rosa que no se mantiene callada en el cine ni que la amordacen,
dice en una de esas “¿Tú te imaginas que en nuestro país pase una cosa de esas?”.
Pero no pasa, mi querida Rosa, porque vivimos en un país de clima privilegiado en el que solo
hay eventos menores como huracanes, terremotos, inundaciones, campañas políticas, etc. Menos mal.
Y un último fast
forward de siete años hasta esta primavera. Apenas con un par de meses en Texas,
ya me había acostumbrado a ver el reporte del clima todas las mañanas. Al
principio me daba trabajo, viniendo de un país en el que el pronóstico del
tiempo es tan preciso como el horóscopo, pero aquí es necesario, porque si esta
gente dice que a las 3 y media va a venir un friazo (como me pasó el otro día),
puedes estar en camisilla hasta las 3 y 20, pero abrígate carajo que ahí viene,
y te lo dijeron.
Pues resulta que en Texas hay que ver el
reporte del clima a veces más de una vez al día. Como aquel día que hoy cuento.
Había empezado la ‘temporada de tornados’, que para la gente de aquí es como la
temporada de mangos allá, o sea, están ahí y lo sabes, pero no es algo que te
preocupe. A mí sí, y ese día salí del
trabajo hacia el que en ese entonces era mi apartamento temporal. El cielo estaba negrecito, y yo me tranqué full, porque había aviso de que quizás venía
alguno (y la gente en la calle como si nada). Y de repente, UAAAAAAAAAAA, una
sirena que suena. “Miérquina, en la película Twister era así mismo”, piensa el fatal apocalíptico que llevo dentro,
y me doy cuenta de que no sé qué debo hacer. Maldigo a los planificadores de esta ciudad sin refugios ni sótanos, maldigo a los constructores de este país que fabrican casas de cartón.
Se me va el internet, se me va el
cable, se me va la luz, se me va el juicio, y como mi crapberry aún funciona, llamo a mi hermana Mónica - experta en climas extremos - que me explica que hay que meterse en la bañera porque cuando llega el tornado de mis pesadillas, todo se descojona menos las tuberías y uno pudiera tener que amarrarse a ellas. “Miérquina, en la película Twister
era así mismo”, insiste el fatal, apocalíptico y dramático que vive
dentro de mí. “Mony, averíguame por dónde va el tornado”, y ella me dice “No te
preocupes, que para Dallas no va, sino que va a pasar cerca, por un sitio que
se llama Irving”. Buenas noches, Mónica, yo vivo en Irving, gracias.
Se me prende un
bombillo, y salgo de la bañera para buscar mi pasaporte y metérmelo en el
bolsillo, porque si morir es malo, morir como un indocumentado es peor. Le mando
un mensaje a mis otras hermanas y a otros amigos. Adiós mundo cruel, recen por
mí, esto se jodió. Pienso en las veces que he dicho “por eso es que aquí tiene que venir una
vaina grande que nos joda a todos”, y me arrepiento. Y de repente que empieza a
traquetearse la casa y por el techo va pasando algo como si fuera una
locomotora (luego me enteré que eran granizos del tamaño de pelotas de golf).
Finalmente, el tornado cambió de parecer y se alejó de aquí.
Al otro día la gente estaba como si nada, y yo con las uñas en carne viva y los
ojos como dos bombillos. Decidí buscar un apartamento seguro,
en una primera planta, y con estacionamiento de cemento. Así lo hice y tuve paz por un
buen rato, porque ya pasó la temporada de tornados. Menos mal.
Sin embargo esta
semana me tocó viajar por trabajo a un pueblo de Texas llamado San Angelo, que
en el mapa queda un poco más a la derecha de ninguna parte, where the devil shouted three times and nobody heard him, traduciendo el dicho. Y esa noche en el hotel, cuando quise agarrar un sueñito como a las once y once, empezó una tormenta eléctrica que
no me dejaba dormir con los truenos y relámpagos. Me senté en la cama, y se me
ha ocurrido prender la TV para pasar el rato. Craso error. Un cintillo anuncia “Tornado
Watch” y yo me pegunto si es en la película, pero al cambiar el canal me sale
el mismo jodido cintillo. No puede ser, no estamos "en temporada”.
Llamo a recepción. “Good evening, Marriott Spring Hill Suites, this is Shaniqua, how may I help you Mr. Castrou”. Le pregunto a la tipa que qué se hace en caso de tornado en este lugar. ”¿Cómo? No entiendo” me dice en inglés. "Tú sí entiendes, no te me hagas la loca, que para dónde coge uno, que como uno sabe si está durmiendo si tiene que levantarse y correr”. La tal Shaniqua me escuchaba con incredulidad, como si fuera un tipo con acento latino y en tono de desesperación que la estuviera llamando a las 3 de la mañana. “Mira, ponme a una gente grande hazme el favor” (o su equivalente jerárquico). Una supervisora, o ahora que lo pienso quizás era la misma Shaniqua fingiendo la voz, me aseguró que ella misma se iba a encargar de que todos los huéspedes fuesen despertados uno por uno en caso de emergencia. Fue su tono ficticio y condescendiente el que me preocupó, o acaso el fatal, apocalíptico, dramático y masoquista que vive (y crece) dentro de mí se puso en alerta. Volví a prender la TV y esta vez subieron la alerta de "tornado watch" a "tornado warning". Pero qué vaina es esta. "Señor, dame un final digno, no a esta hora y en este campo, please."
Llamo a recepción. “Good evening, Marriott Spring Hill Suites, this is Shaniqua, how may I help you Mr. Castrou”. Le pregunto a la tipa que qué se hace en caso de tornado en este lugar. ”¿Cómo? No entiendo” me dice en inglés. "Tú sí entiendes, no te me hagas la loca, que para dónde coge uno, que como uno sabe si está durmiendo si tiene que levantarse y correr”. La tal Shaniqua me escuchaba con incredulidad, como si fuera un tipo con acento latino y en tono de desesperación que la estuviera llamando a las 3 de la mañana. “Mira, ponme a una gente grande hazme el favor” (o su equivalente jerárquico). Una supervisora, o ahora que lo pienso quizás era la misma Shaniqua fingiendo la voz, me aseguró que ella misma se iba a encargar de que todos los huéspedes fuesen despertados uno por uno en caso de emergencia. Fue su tono ficticio y condescendiente el que me preocupó, o acaso el fatal, apocalíptico, dramático y masoquista que vive (y crece) dentro de mí se puso en alerta. Volví a prender la TV y esta vez subieron la alerta de "tornado watch" a "tornado warning". Pero qué vaina es esta. "Señor, dame un final digno, no a esta hora y en este campo, please."
Hay
un tipo en el Weather Channel que se llama Jim Cantore y que tiene un trabajito
medio jodón. Al tipo le pagan por ponerse una capota, meterse abajo del
aguacero y decir en medio del vientazo, en un agudo y desesperante tono, vainas
como “Aquí se cayó una rama, esto es increíble, señores, prepárense”. Yo he criticado a ese
tipo de reportajes tanto como he criticado los colores de alerta del
aeropuerto, diseñados para que la gente consuma más tranquilizantes, vacíe las
góndolas del súper y se mantenga viendo TV, parte de una estrategia de
amemamiento colectiva que tienen los gringos para que la gente no se queje mucho. Pero me preguntaba dónde estaba a esa hora Jim Cantore, para
que me dijera algo, lo que fuera. Salí a
deambular por los pasillos del hotel, ya
serían las cuatro de la mañana, y el único ser vivo que hallé fue una chinita en
alpargatas que también andaba sin sitio y medio llorosa murmurando para sí misma algo en
chino bien bajito. Ahora no sé yo si fue que me la soñé a la chinita. Bueno, media hora más tarde, este tornado también cambió de curso, y yo “sobreviví”.
El caso
es que no pegué un ojo en toda la noche, y al día siguiente me tocó una sesión
de trabajo en la que había que estar atento y creativo. Me reuní con un grupo
de colegas recién conocidos, los cuales durmieron a pata suelta, felices y desentendidos, y nada de mencionar al tornado. Entendí que no había manera de llegar al final
del día con el agüita sucia que aquí llaman café, de modo que opté por tomarme un
Red Bull. Como todavía a los 10 minutos seguía medio soñoliento, tomé la
drástica medida de ajustarme un segundo Red Bull, y a media mañana andaba yo como un tornado, caminando dando
brinquitos a lo Cantinflas, con los ojos vidriosos, tartamudeando y con un tic
que me hacía guiñar el ojo izquierdo y que probablemente fue mal entendido por
más de una persona (si me llega una queja de acoso, ya sé).
Si por lo menos
dieran el día libre, si prepararan sancochos y si jugaran dominó, como bien hacemos
los dominicanos para prepararnos ante los huracanes, pero no, esta gente no
sabe cómo enfrentarse a las fuerzas de la naturaleza. Yo sí. Menos mal.
3 comentarios:
jajajajajajajajajajajajajajajajajajaaa (y con jipíos)
jajajjajajajaja Simón, Simón... pensé que nada me haría reír en años. Eres genial. Estoy loca por verte.
Chulisimo! Como tu y todo lo que se te ocurre y todo lo que te pasa.
Un abrazo.
Eliana
Una joya, tu escritura! Un placer de leer. Me alegro de que hayas aprendido a sobrevivir tantas tragedias de la naturaleza con ese sentido del humor tan esperanzador.
Se te quiere,
Hilda
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