A propósito de seis días de lluvia furiosa e ininterrumpida, de filtraciones nuevas, de los entaponamientos de siempre, de planes aguados, de hoyos en la calle que se agrandan, de carros siempre sucios, y muy lamentablemente, también de damnificados... rescato y reedito este poema que hace un tiempo, al igual que el aguacero, vino con fuerza y no hizo ningún bien.
Lo recibió alguien que llevaba capota impermeable y paraguas, o sea que no llegó a empaparse, o sea que no le pertenece a nadie, o sea que es mío. Y ahora lo comparto con ustedes...
COMO EL AGUACERO
Haces tuya mi morada,
te vas metiendo en silencio,
poco a poco, persistente,
eres como el aguacero.
Te conviertes en torrente
dentro de mí, muy adentro,
cualquier barrera que exista,
la derribas con tus besos.
Tu sudor y tu saliva
humedecen mi desierto,
arrasan todo a su paso
y dejan el campo abierto.
Y las lágrimas caídas
lavan dudas, penas, miedos,
para que surja con fuerza
nueva vida, brotes nuevos.
Yo soy el campo reseco
y tu amor el aguacero.
Pero todo tiene un punto
y se anega el sentimiento
y el espíritu se cansa
de ver el cielo tan negro,
y me inundan las promesas
pero no llueven los hechos,
y se filtran las palabras
pero no moja el empeño,
y lo que era brisa suave
se convierte en viento fiero.
Soy la tierra saturada,
soy el sol buscando cielo,
soy la presa rebosada
y tu amor el aguacero
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