lunes, 8 de septiembre de 2008

Temporada de Huracanes

De vez en cuando en nuestro interior empieza la temporada de huracanes. Y aunque pensemos que estamos preparados, y hagamos planes de contingencia, nada nos va a evitar la llegada de un temporal tan fuerte que ponga en peligro la patria del alma.

A veces lo que nos hace más daño es la ansiedad de pensar que se avecina la tormenta, y de que no sabemos con certeza cuándo entrará, cuánto durará y qué tanto daño hará. A veces es falsa alarma, y la espera desespera cuando nos obsesionamos con seguir la trayectoria de lo que nunca llegó, porque el amor de verdad alejó las bajas presiones que alimentan estos monstruos. A veces no es una sola tormenta, sino la suma de pequeñas tormentas a las que no dimos la importancia necesaria como para enfrentarlas y superarlas.

Vamos entonces aguantando las depresiones, tropicales o no, y la tierra del alma se va saturando poco a poco de toda el agua que traen y que corre a sus anchas por los surcos de nuestro rostro. Y viendo lloviendo, por fuera y por dentro, nos encerramos sin poder abrir puertas ni ventanas para sentirnos a salvo.

Y cuando viene finalmente el huracán, que usualmente tiene un nombre propio que se marca en la memoria para siempre, llega con tanta pasión y furia que convierte el agua que antes nos daba vida en lágrimas de muerte, y la brisa que usualmente nos acariciaba el rostro cada día, se transforma en un terrible viento que nos golpea con saña.

La esperanza y la alegría, que tercamente insisten en permanecer viviendo cerca del río de los sentimientos, tienen que ser desalojadas y refugiarse en donde puedan, hasta que la pase el ímpetu del fenómeno. Hay que protegerlas, teniendo especial cuidado con el engañoso corazón del huracán, y con el exagerado huracán del corazón.

Después llegan, en forma de amigos, los organismos de socorro: el comité de emergencias del alma, la defensa civil del espíritu, y sobre todo la cruz, roja o blanca, pero la cruz que nos habla de cómo del dolor puede renacer el amor.

Luego los ríos de la pasión vuelven a sus cauces. Y se reparan daños, y se reconstruyen los puentes rotos, y se limpian los caminos. La esperanza y la alegría, incorregibles y obstinadas, vuelven a ocupar sus viviendas. Y llega la calma, y sale el sol, un nuevo sol que brilla con más poderío en un cielo limpio que promete tiempos mejores.

Y aunque nada ni nadie nos quita que pueda volver otra depresión u otro ciclón, volvemos a tener fe en nosotros mismos, porque crecimos, porque fuimos capaces de sobrevivir y de salir adelante, más fuertes que antes.

De lo que sí tenemos que ocuparnos es de trabajar para detener el calentamiento global interno, porque los tiempos de locura en que vivimos nos hacen actuar egoístamente, sin pensar en el futuro, descuidando el equilibrio del sistema espiritual y malgastando recursos no renovables que tarde o temprano provocan el efecto invernadero en los corazones de los que amamos.

De vez en cuando en nuestro interior empieza la temporada de huracanes, pero es sólo una temporada, porque el alma siempre seguirá amando, cada vez con más peligros, pero cada vez con menos miedo.

7 comentarios:

Desiree dijo...

wao...

Anónimo dijo...

Esta es definitivamente tu obra maestra, lo mejor que he leido de ti... Sin el apretón de manos del presidente, tienes mi premio alante alante!!!

Evelyn Colon dijo...

ciertamente la puerta de salida del dolor es la entrada al mundo de la belleza...

nunca he leído algo más sincero y hermoso.

evelyn

Anónimo dijo...

te felicito!!! q comparacion mas real!!

un abrasote!

mariella

Anónimo dijo...

abraZote... no abraSote...

jeje

Anónimo dijo...

yo misma ABRAZOTE !!!!!!

BIEN POR SIMON....

MARIELLA

Diggi dijo...

Te Quiero mucho, está hermoso lo que has mostrado en este escrito, sinceramente hermoso...

Lo bueno, muy bueno como dices al final, es que la temporada de huracanes es solo una temporada, pero por favor, cuando termine, no olvidemos compilar y practicar la enseñanza.
Y es que al final de cada temporada de huracanes se realizan evaluaciones donde nos damos cuenta, qué tan fuertes o débiles eran nuestros cimientos, de forma que para la próxima, esas debilidades esten ya corregidas y nos ayuden a enfrentar o soportar con mas energia y fuerza lo que traigan los nuevos vientos...

Bendiciones!

Despues de la tormenta no solo llega la calma, también nos llega la gran enseñanza que nos hará descubrir un mañana cargado de luces mas radiantes...Solo hay que estar abierto a descubrirlas...!!!
Ligia Elena