sábado, 26 de abril de 2008

Ni un Pelo de Tonto

Yo soy calvo, y punto. Lo digo en voz alta para que se sepa. Lo digo para exorcisar a las aves de mal agüero que día a día me quieren recordar algo tan evidente. Lo digo y lo subrayo para que se sepa que llevo mi calvicie con la frente en alto (en todos los sentidos). No es nada de lo que deba avergonzarme, todo lo contrario, es una combinación genética especial que se ha abierto paso de generación en generación, es una cualidad de la que no todos se pueden jactar de tener.

De hecho, cuando era un niño, peludo y rubio, tuve problemas de la vista, y una las medidas preventivas que el doctor recomendó fue que no me dejaran crecer tanto la pollina, para que no me llegara el pelo hasta los ojos. Ahora que lo escribo me parece irreal, pero me alegra saber que por ese lado no hay nada de qué preocuparse, pues a lo largo de los años he estado como la gasolina: cada vez más cara.

A petición de algunos amigos, y para beneficio de mis colegas calvos, relato lo que, a mi entender, son las etapas que uno sigue hasta quedarse felizmente calvo:

1. Etapa del descubrimiento propio: Pero bueno, ¿por qué se habra tapado el desague de la bañera? ¿Oh, sería que el gato se durmió en mi almohada, que está llena de pelos? ¡Wao, qué shampoo que ha rendido este!

2. Etapa del descubrimiento ajeno: Esta es una de las más dolorosas, pues hay que responder sonriente a todos los que al fin han caído en cuenta, y te dicen en un tono ingenuo, como quien quiere aportar un dato nuevo: “Pero ahora es que yo me doy cuenta... ¡tú te estás quedando calvo!”. Uno se cambia los lentes, se afeita el bigote, o acaso se pone una ropa llamativa para distraer las miradas que se pudieran dirigir al cráneo, pero suele pasar que en un grupo de gente, el que te expone tu condición de calvicie en público es precisamente otro calvo. Es aquí donde muchos se frustran haciéndose un peinado nuevo, dizque para cubrir, que usualmente hace que el individuo se vea pariguayísimo.

3. Etapa de los remedios: Es una pena que no anotara todos los remedios que –sin pedirlos- me llegaron a dar. La gama va desde suela de zapato hervida con canela hasta masajes con cacá de pato, pasando por una amplia gama de tratamientos de ajo con loción de caballo. En fin, nada que no deje un mal olor en la cabeza y el bolsillo vacío. Confieso sin pelos (en la lengua) que hice caso omiso de tales remedios, consciente de que lo que realmente para la caída del pelo es el suelo.

4. Etapa de la resignación: Es en esta en la que me encuentro yo, que he salido airoso de las anteriores. Dicen que el mejor remedio para la calvicie es una resina: la resina-ción. Sabias palabras, de seguro pronunciadas por alguien con un cerebro ‘brillante’.

5. Etapa del punto de referencia: En esta última etapa, el calvo pasa a ejercer una función social, orienta a los demás y nunca pasa desapercibido. Suele oírse entonces en una sala de cine oscura : “¿Dónde están Uds. sentados? - Después del calvo, tres asientos más adelante”. En este punto, la calvicie es la primera característica física usada para describir a la persona, aunque tenga una cicatriz en medio de la cara y seis aretes en cada oreja.

6. Etapa de oficializar la calvicie: Finalmente uno ‘sale del clóset’ y se declara calvo ante el mundo, se recorta como debe ser, luce su calvicie con orgullo y se deja de pendejadas. Confieso que no he llegado a esta etapa aún.

A mí no me molesta ser calvo. Lo que sí me molesta es que me describan como “calvito”, menospreciando este regalito que me dio madre natura, y minimizando los muchos beneficios de ser calvo, a saber:

1. Tenemos un futuro más brillante que los demás.
2. Gastamos menos dinero en cortes de pelo, shampoo, rinse, etc.
3. Nos salen menos canas que a los mortales.
4. No tenemos que preocuparnos porque nos vayamos a quedar calvos.
5. No puede olvidarse aquello de que “los calvos son más viriles”, enunciado que, aunque no se haya comprobado científicamente, siempre queda (gracias a Dios) en duda, e incita la curiosidad de alguien que se presta a comprobarlo.
6. Los calvos somos seres humanos "evolucionados". Es decir, así como el hombre perdió el rabo, está también perdiendo el pelo, clara distinción del resto de los comunes mortales que lo hará ganador en la carrera evolutiva.

Yo no me dejo tomar el pelo, por eso he investigado con paciencia todos estos años las mejores opciones a ser exploradas antes de declararme oficialmente calvo, y resulta que hay que invertir bastante dinero para lucir un moño decente. Y bueno, empecé a ahorrar hace algunos años, pero cuando estaba acercándome a la suma necesaria, cambié el trasplante de pelo por un carro nuevo. El año siguiente completé la cantidad deseada, y a último minuto la invertí en un crucero en el Mediterráneo. El siguiente año mis ahorros se convirtieron en un nuevo viaje a Londres, Praga, Budapest y Viena. Da gusto ver como brilla mi amplia frente en las fotos que tomé en esos sitios.

Este año junté el dinero, y hasta fui a hacerme una evaluación, y puse fecha para el día tan deseado. En los días siguientes medité al respecto, y me vi en el féretro largo a largo, bien bonito con la pollina que de niño me mandaron a recortar. Pensé en lo que dirían: “Ay, qué lindo se ve en su caja, mira cómo lo peinaron. Pobrecito, murió sin haber vivido". Luego me vi en otro escenario, en el mismo ataúd, pero esta vez mis amigos pasaban sonrientes y le (me) decían al muerto: “Vaya, calvito, cuánto que gozaste en vida, ¿eh?”. En ese momento tomé dos decisiones: salirle por la noche y jalarle los pies al que me diga calvito en mi propio funeral, y llamar a la doctora para cancelar la cita.

Este año, como no tengo ni un pelo de tonto, en vez de cabellos, amorticé capital del préstamo de mi apartamento, cambié las gomas del carro, compré muebles, cambié los lentes, y guardé algo para mis vacaciones de verano, donde luciré mi calva con orgullo en cada foto. A mí regreso volveré a ahorrar para el trasplante del próximo año, ¡Qué cabellos que han rendido esta vez!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta tu blog. De vez en cuando, cual brisa fresca en la capital, me tomo un respiro y leo algunas lineas. Gracias por publicar y por ser un suspiro sin saberlo. Hasta otra...

Anónimo dijo...

Me recuerda a un post que hize y posteriormente borrè no se por que...

que se llamaba... la reinvindicacion de los flacos....

extrañamente parecido jejejejejejeje