martes, 27 de noviembre de 2007

Marie Calentando el Agua

El año pasado para estas fechas estaba yo participando en un curso en línea sobre escritura, y nos pusieron esta tarea: "Seleccionad una noticia que os parezca interesante de cualquier periódico o revista. Copiad el titular de la noticia y usadlo como título para escribir un relato de vuestra invención que no ocupe más de una página."
No fue difícil hallar una noticia interesante. Más aún, hallé una que era a la vez impactante e indignante. Fuera de morbo, decidí hacer el ejercicio y el resultado lo copié aquí. Cuando acabé de hacerlo me sentía sumamante triste, porque la menor parte, la más verosímil, salió de mi cabeza.

Hallé interesante el hecho de que la noticia fuera publicada cerca del Día de la No Violencia contra la Mujer, y pensé en la protagonista de la historia, la cual no puede tener más factores en su contra en nuestra realidad: negra, mujer, niña, pobre y haitiana. El terrible resultado del odio que generó todo esto se tradujo en abuso infantil, violencia y xenofobia.
Escribo sobre estas cosas, justo en el aniversario de otro 25 de noviembre, porque me duelen, me chocan, me drenan la fuerza. Y porque de alguna manera debe movernos a la acción saber que estas cosas ocurren a nuestro alrededor. Hay mucho que podemos hacer por todas las Marie que nos encontramos en la calle cada día.
Ahí va la tarea (que sacó apenas un 6 de 10),

La pequeña Marie no podía reconocer los síntomas con sus escasos diez años, pero estaba sufriendo de depresión.

Hacía ya cinco meses que la habían enviado a la República Dominicana a trabajar. Mientras hacía el viaje desde Anse-a-Pitres hasta Puerto Príncipe su mamá le explicaba que era necesario que se fuera para tener comida todos los días y ropa que le iban a regalar. Marie contuvo las lágrimas hasta que se vio sola en el minibús que la llevó desde Puerto Príncipe hasta la frontera. Una vez allí, un guardia se la llevó aparte para revisarla. La manoseó y la despojó de sus documentos y del poco dinero que llevaba encima. La niña sólo conservó el papelito que llevaba escondido con la dirección que le habían escrito, y tuvo la dicha de que una señora que estaba allí la ayudara a tomar otro minibús. Pensó que aquel suplicio terminaría cuando llegara a la casa de la familia con la cual iba a trabajar, pero aquello fue solo el principio.

La señora que la recibió la mandó a un cuarto oscuro que había en el fondo del patio y aquella noche, entre el calor y los mosquitos, no pudo casi dormir y se la pasó pensando en su mamá y sus cinco hermanitos, con quienes no sabía ahora cómo comunicarse.
Temprano al día siguiente empezó su nueva vida. Trabajaba más que en Haití, le gritaban por todo. Le daban de comer las sobras de la casa dos veces al día y se burlaban de ella. La única vez que lloró delante de la señora, ésta le dio una bofetada que la hizo tambalearse y le prohibió lloriquear y hablar en creole.


Confinada y condenada al silencio, Marie empezó a aprender nuevas palabras en español. Sería por eso que que la dejaron entrar ese día a la sala y se sentó en un rincón a cuidar al hijito de la señora mientras éste veía en la televisión dibujos animados. No pudo ver mucho porque la señora se dio cuenta de su distracción y la mandó al patio de nuevo.

Un par de días atrás, mientras barría el patio, el esposo de la señora llegó borracho y empezó a manosearla y a despojarla de su ropa mientras le tapaba la boca. Cuando gritó, el señor la golpeó y se fue. Los días que siguieron hasta hoy, no podía olvidar el mal olor de aquel hombre encima de ella y empezó a pensar en su familia, en los dibujos animados y en sus amiguitas de Haití correteando con ella por callejones conocidos. Ella no lo sabía a su edad, pero estaba usando la evasión de la realidad como mecanismo de defensa.

Esta mañana la señora le pidió que calentara agua para bañar al niño y ella tomó la primera olla que encontró. Pasó mucho rato y cuando escuchó a la señora gritarle de nuevo, ya el agua hervía. Se acercaron ambas a la cocina al mismo tiempo. Antes de que Marie alcanzara a llegar al taburete en el cual se subía para encender las hornillas de atrás de la estufa, ya la señora estaba allí. Sólo escuchó el grito, varias palabras que no entendió, y alcanzó a ver los ojos inyectados de sangre de la señora, antes de que ésta tomara la olla y se acercara a ella. Después no se acuerda de mucho. La pequeña Marie no lo sabe por su corta edad, pero su mente decidió borrar parte del episodio.

La pequeña tampoco sabe, a sus escasos diez años, qué es una quemadura de tercer grado.

¿Qué es ficción y qué es real? La noticia de "inspiración" la saqué de este enlace:
http://www.clavedigital.com/Portada/Articulo.asp?Id_Articulo=8622

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para mi....es un 10. Està excelente la historia....me tocò el alma