viernes, 21 de septiembre de 2007

Elegía por el Cine Doble

Aquellos que han visto la película “Nuevo Cinema Paradiso” han de entender que debo hacer referencia a la misma antes de empezar a hablar sobre el “Cine Doble Santiago”, pues en el filme se va narrando la historia de un pueblo, la de un hombre, la del cine “Paradiso” y la del Cine con mayúscula al mismo tiempo. Al verla por sexta vez entendí por qué me ataca la nostalgia cada vez con la misma intensidad, pues al verla recuerdo mi propia historia a la par de la historia del que fuera mi “Paradiso”.

Nuestra familia se mudó a la calle 7 # 5 de Los Jardines Metropolitanos en la Semana Santa del año 1975. Para un niño de cinco años que venía de la calle Restauración, con bastante tránsito para la época, sentir la libertad de poder andar por las calles con mis hermanas y mis nuevos amigos era una maravilla. Mal contados, éramos más de treinta muchachos en la cuadra, con edades entre los cinco y los quince años. Jugábamos a la cantarita, las escondidas, el paralizado, etc. Organizábamos veladas, reinados, posadas, y cuántas cosas se nos ocurrieran para vivir una época dorada. Uno de los sitios favoritos para ir a esconderse era la construcción del Cine Doble, al doblar la calle, en la cuadra de atrás. Lográbamos entrar a sus salas sin asientos, y de vez en cuando hacíamos shows, alguno se paraba en la tarima de cemento donde estaría más tarde la pantalla, y cantaba o actuaba mientras el “público” se deleitaba con el show.

Vimos poco a poco cómo se iba formando aquella estructura impresionante para la época, hasta que finalmente en ese año se inauguró el Cine Doble Santiago. No me alcanza la memoria para acordarme de sus estrenos (luego me enteré que fueron “Chinatown” con Jack Nicholson y “Funny Lady” con Barbra Streisand). De lo que sí me acuerdo es de que un tiempo después la película del momento era “Infierno en la Torre”. Yo quise ir a verla pero mis padres no me lo permitieron. Intenté reunir el monto de la entrada, pero la friolera de setenta y cinco centavos no era tan fácil de conseguir, de modo que me conformé con la promesa de que podría ir a las funciones de Matiné, cosa que religiosamente hacíamos mis hermanas, mi primo y yo cada domingo a las 2:00pm.

Recuerdo cuando entré por primera vez al cine, aquel diseño extraordinario con espejos y vidrios, y la concesión de dulces y palomitas dividiendo las dos salas. La sala uno era toda roja: cortinas, alfombras y sillones. La sala dos, en cambio, era azul. Con el paso de los meses, ya era costumbre cada jueves ir a ver lo que había llegado nuevo a la cartelera, o acaso llamar al 582-9000, número que conservo intacto en mi mente, como si algún día tuviera que llamar de nuevo. Recuerdo que las puertas de madera que daban a las salas tenían un cristal para que se pudiera ver desde fuera lo que proyectaban dentro, pero yo no alcanzaba tan alto. Había acomodadores con sus linternas y sus corbatines, afuera estaban los paleteros, y a cada lado del cine estaban la tienda Kakey y la Cafetería Cine Doble, de un español resabioso que siempre nos estaba llamando la atención. En aquel entonces, la publicidad era a base de puro póster, y nunca las películas duraban más de una semana, hasta que empezaron a proyectar aquellos arrolladores éxitos de los 70 como Tiburón o King Kong. Decir “segunda semana de éxitos” era una cosa muy grande en aquel entonces.

Nuestro orgullo era que don Ney, el dueño del cine, era amigo de papi y por eso lográbamos muy de vez en cuando uno que otro pase de cortesía, o acaso algún póster sobrante. Recuerdo en especial aquel afiche, precisamente de Tiburón. De verlo solamente entraba en pánico, pero un morboso deseo de ver la película se imponía. De nuevo, tenía restricción para menores, de modo que había que esperar que a uno le contaran… o escabullirse de una sala a otra. Opté por lo segundo con un amigo del vecindario, pero me bastó una sola escena para salir despavorido hacia la calle. Luego llegaron La Guerra de las Galaxias, Supermán, Grease, y otros éxitos de la época que disfruté precisamente en el Cine Doble, aún siendo un niño (en aquellos tiempos yo pensaba que “Starring” era un actor famoso que trabajaba en casi todas las películas).

Por fin me dejaron ir al cine de noche, con mis padres, recuerdo que en 1980 fuimos a ver a un Robin Williams joven haciendo de Popeye, imagínese usted. Recuerdo también cuando fuimos con Consuelo a ver “El Campeón” y que afuera daban una servilleta para secarse las lágrimas, la cual Consuelo destrozó a base de jipíos y llanto. Tampoco puedo olvidar el Jueves Santo con “Los Diez Mandamientos”, y sus filas que llegaban a la calle, mientras a nosotros nos enviaban a guardar puestos un par de horas antes de la función. Era en el Cine Doble donde luego se hacían los magníficos cine-fórum de La Salle, con películas como “Kramer contra Kramer” y “Gente como uno”, entre otras. Allí se proyectaban las películas benéficas de los colegios, allí se congregaba la clase media de la época, en los tiempos en que no interrumpían la película ni los celulares ni la elocuente chusma que hoy puebla muchos cines.

Al llegar la adolescencia, ya habían inaugurado la sala tres. Los Perdomo salieron de debajo de un camión con una magnífica idea publicitaria para justificar tres cines con un nombre que por naturaleza se limitaba a sólo dos: Empezaron a usar las fichas de dominó como símbolo de las salas. Para ese entonces, los domingos típicos de un quinceañero como yo eran “Los tres golpes”: Primero nos congregábamos en San Remo, en el lugar de la extinta cafetería, luego veíamos la película de turno, y al final la cita obligada era comer chimis en Pin-Pan, todos en manada como borregos.

Pudiera continuar: un beso robado por primera vez amparado en la oscuridad de la sala, un pleito anunciado entre fulano y mengano a la salida, una nueva amistad que surge de domingo en domingo, la chica de tus sueños que te agarró la mano en la escena de terror … todos los santiagueros de aquella generación tenemos algo que recordar del Cine Doble. Sin embargo, con el paso de los años, las cosas fueron cambiando. Abrieron nuevos cines, el sistema de distribución de películas se fue complicando, el ritmo de los nuevos tiempos de alguna manera afectó a la administración, y el querido Cine Doble se fue haciendo obsoleto.

El triste final ocurrió en el 1999. Tengo el dudoso honor de haber asistido a la última función. Aquella última noche proyectaban el clavo “American Pie”, pero qué más daba, había que ir, había que despedir aquel “Paradiso”. A la salida, cuando encendieron las luces, algunos de los que allí estábamos nos miramos las caras, como desconcertados. En el aire flotaba la pregunta “¿y ahora qué?”. No sé si fue mi imaginación, pero cuando alcancé a ver a Tony, uno de los que allí trabajaban durante años, advertí que sus ojos estaban aguados.Salí del cine, solo, hacia mi casa, pensando en los veintidós años que habían pasado entre Infierno en la Torre y American Pie, y en todo lo que en mi vida había sucedido en ese tiempo. Aún a veces, cuando paso frente al lugar, mis ojos buscan algo a qué aferrarse, pero como en el cine, todo lo que me quedan son sueños y fantasías.

Podrá venir tecnología de punta, podrán venir blockbusters millonarios, pero nada va a compararse con la emoción de esperar el momento justo en que colocaran los posters en las vitrinas del Cine Doble bajo aquellas palabras maravillosas: “comenzando jueves”...

4 comentarios:

José D'Laura dijo...

Simón:
¡Ay! El golpe de nostalgia ha sido fulminante. Por supuesto, que para los de nuestra generación (perdón, sé que te llevo algunos años) fue nuestro "Cinema Paradiso".
Allí vimos, en estreno, "La guerra de las galaxias" y nos sentimos parte de su universo. Allí vimos, desconcertados ante tanto cine a "La guerra y la paz" en dos partes.
Allí conocí el cine de Truffaut: bueno, la lista sería extensa.
Pero ese sitio fue el set principal de la película de nuestra vida: amigos, amores, secretos.
Y eso no tiene precio. Sólo sirve para abonar la memoria de la maravillosa experiencia de no sentirnos solos.

Rossy dijo...

Simón:

Ha sido maravilloso leer tu artículo y volver a vivir la infancia.

Tu historia es historia de muchos.

Felicidades y éxitos.

Rossy Smester

Rossy dijo...

Hola Simón:

Ha sido maravilloso leer tu historia que es historia de muchos.
Soy editora de la revista Ciudad Corazón y también soy amiga de Raquel y Phillipe, ellos me hablaron de tu blog. Te felicito y me gustaría mantener el contacto contigo.
Felicidades y muchos éxitos.

Rossy Smester

Desiree dijo...

ay, Simón, me has hecho llorar! y en el mismo medio de la oficina!