jueves, 4 de mayo de 2006

Desde el Cielo

El fin de semana largo del primero de mayo, tres generaciones de las familias De Castro, Iglesias, Grullón y Lizardo se juntaron en Rancho Guaraguao, en Constanza, y la experiencia no tuvo desperdicio. Allí nos "mudamos" en cuatro cabañas adyacentes ubicadas a 1,400 metros sobre el nivel del mar. Creo que estábamos más cerca del cielo que nunca antes en ninguna actividad como familia.

Pudiera expandir sobre lo mucho que disfrutamos la compañía gratísima de amigos y familiares, o hablar de la suculenta paella que nos preparó la familia Leira a 37 desconocidos, o recordar el asopao hecho entre siete, y sin ingredientes, o mencionar acaso de la maravilla que es despertarse con los sobrinos acechando y dizque sin hacer ruido, esperando impacientes a que me levantara para jugar y 'explorar'. Sin embargo, sólo quiero decir que entendí finalmente todo lo que desde chiquito me explicaron acerca del cielo.

En el cielo estás rodeado de tus seres queridos, no te hace falta nada más. Te sientes lleno, te olvidas de los pesares, te sonríes todo el tiempo. Yo estuve en el cielo. Lo digo porque en un momento dado, desde la terraza con la impresionante vista hacia el valle de Constanza, se me acalró porque siempre han insistido en que Dios está en el cielo...

Desde el cielo todo se ve pequeño: los problemas, las dificultades, las injusticias, las ofensas, y sobre todo la gente que se cree grande. Todo es diminuto, insignificante, sencillo. Ahora entiendo por qué mi Dios se sonríe tanto.

Desde el cielo todo se ve hermoso: aún los rincones llenos de basura y las calles llenas de hoyos, las caras de los que nos quieren engañar y las pancartas de campaña, se convierten en un cuadro verde e iluminado, al que uno no se cansa de apreciar. Ahora entiendo por qué mi Dios siempre está atento.

Desde el cielo todo se ve tranquilo: no hay ruido de colmadones ni de guaguas de políticos, ni reggaeton, ni motoristas sin muffler, ni gente que grita y discute. Todo es apacible y sereno. Ahora entiendo porque mi Dios escucha...

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