miércoles, 28 de octubre de 2009

Palabras

Hay que entender la satisfacción que se siente al parir un texto y poder expresar una idea o un sentimiento en palabras, para saber también la impotencia que se siente cuando uno está frente al teclado y no puede tocarlo siquiera, porque se rompió el hilo invisible que conecta el cerebro (o el corazón) con los dedos, para conocer la frustración de pensar que te quedaste ya sin nada que decir, aunque dentro haya una ebullición de recuerdos, emociones y pensamientos.

Esto es lo que me ha pasado noche tras noche durante varias semanas, y no hallo la manera de romper el hechizo. Me tomo el café sentado, me organizo, me programo, y nada. Que las musas no existen, dice mi profe Chascas, y si contamos con ellas dejamos de escribir.

Mientras voy buscando la cura a este maleficio en mis sueños y en los universos paralelos en los que transito, me dedico a honrar a los que han podido superarlo, y leo.
Y es en las páginas de Sputnik, Mi Amor, de Haruki Murakami, que encuentro este texto:

“Tengo la cabeza atiborrada de cosas que quiero escribir. Como un granero atestado de cualquier manera (…) Imágenes, escenas, retazos de palabras, figuras humanas... Están llenos de vida dentro de mi cabeza, lanzando destellos cegadores, y oigo como gritan: ¡Escribe!
Pienso que de ahí tendría que surgir una gran historia. Tengo la impresión de que van a conducirme a algún lugar nuevo. Pero, llegado el momento, cuando me siento frente a la mesa e intento traducirlo en palabras, me doy cuenta de que se pierde algo vital. El cuarzo no cristaliza, todo queda en pedruscos, y yo no llego a ninguna parte.”

Da coraje que hasta para decir que no puedo escribir, ya alguien lo escribió (Borges sostenía que ya todo estaba escrito, lo demás es hipertexto).

Lo mío son las palabras: habladas, escritas, leídas, cantadas, recitadas, pensadas, inventadas, rezadas, memorizadas. Sin ellas no puedo vivir, desde que imité por primera vez las que les escuchaba decir a mis hermanas y padres, desde que mi hermana Mónica me enseño a leer PAPA en mayúsculas, desde que descubrí que puedo expresar con ellas el más profundo sentimiento, describir la belleza y el dolor, convencer, enamorar, crear, destruir.

Amo las palabras, incluso las que todavía no conozco, y las amo tanto que hablo mientras duermo, y escribo en el aire con el índice en medio de reuniones, y converso con mis plantas, no para darles terapia sino para dármela a mí.

Amo las palabras, y en este momento no puedo hacer nada con ellas. Algunas las respeto, las guardo y nunca más las vuelvo a mencionar ni a teclear, como para poder así exorcisar su poder. Otras las repito incesantemente hasta que se conviertan en parte de mi boca y me hagan ser mejor persona. Algunas las combino para que formen otras nuevas, o me las invento para que existan más. Las palabras me abren puertas a un mundo nuestro, donde solo existimos ellas y yo. Me meten en problemas, me acompañan en mi soledad, me señalan el camino, se me atoran en la garganta… pero ahora se quedan colgadas en mis dedos y por más que sacudo las manos no llegan al teclado.

Amo las palabras, las que están en mis paredes, en mi pantalla, en la calle, en la boca de mis amigos, en las páginas de mis libros, en mis sueños, en mis ojos… y ahora están al borde de la muerte. Si así fuera, yo moriría con ellas, sin poder usarlas para describir esta impotencia y este dolor de que me den la espalda justo cuando más las necesito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te echaba de menos y no me importa si escribes por pura impotencia y frustracion. El hecho es que escribas! Y si en ocasiones necesitas apoyarte en el pensamiento de alguien mas para reforzar el propio, vale pues! By the way: El grafico esta hermoso!

Un abrazo!
YH

Gina Carlo dijo...

Simon.... definitivamente escribir es una de las cosas mas dificiles que me ha tocado, a veces quisiera escribir por horas y otras se me pasan meses que las palabras no me salen....
Pero.... debemos escribir, asi ejercitamos el musculo de la musa... (existira????)