sábado, 6 de diciembre de 2008

La Calle Está Dura


Fantasmas de hielo y sombra
animados y sin alma
me cercan por todas partes
adondequiera que vaya.
Me cercan y me persiguen,
pero nunca me acobardan,
porque al hielo que me oponen
les opongo fuego o llama.
Con ellos estoy en duelo,
en duelo que no se acaba

(Concha Méndez, "Fantasmas de hielo y sombra")


Voy por la calle con prisa y tu sonrisa me atraca.
De repente en la calzada tu mirada que me viola.
Doblando por una esquina me asesinas con tu beso.
Pasando por un colmado, me ha golpeado tu caricia.

Asesinado, violado, atracado y malogrado
voy a poner la querella,
porque esto así no se queda.
Pongo la direccional, cambio al carril de doblar,
y llego al destacamento subiendo por la Bolívar.

El sargento Restituyo, usando sólo dos dedos
y sin levantar la vista de su vieja Smith Corona
me dice como de vaina, como en un ritual gastado,
que yo no soy el primero,
y el último mucho menos,
de los casos que han llegado de víctimas voluntarias.
Y como ese es su trabajo, me pregunta por si acaso
si tengo alguna evidencia.

"Si, sargento, tengo varias",
le digo con voz de niño que recita de memoria:
"Su caricia terrorista, su sonrisa molotov,
su mirada carterista y su beso matador".

Con un papel en la mano salgo del destacamento
sonriente, porque ha quedado
escrito para la historia (y también para la histeria)
este caso tan extraño de delincuencia afectiva
y repito como un mantra, como una poesía coreada,
sin saber ni lo que digo:

"Su sonrisa me miró,
su mirada me besó,
su caricia me sonrió,
y su beso me tocó".

Hay que andarse con cuidado, porque la calle está dura.

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