sábado, 22 de noviembre de 2008

Decibeles

El camión descargando hierros en el taller de al lado, el platanero con su pregón, la vecina que le vocea al guachi para que le bote la basura, gente que habla durísimo en las escaleras, la avioneta que pasa volando bajito, dos obreros discutiendo en creole, el radio, el celular y el despertador en un solo coro… arranca el día.

Los bocinazos que vienen de adelante, de atrás, de todas partes, mi propia bocina para no atropellar a un motorista, la sirena de la ambulancia, el dominican que va con la música tan alta que retumba, el colmadón de la esquina con una bachata altísima que suena kunkinkun kinkun kinkun, el AMET que le pita a un conductor, el obrero que taladra en la acera, el verdulero que ofrece sus productos en un altoparlante … avanza el día.

Los perros del apartamento 401, el motorista que pasa sin muffler a las 11 y 11, los carros que echan carreras en la Churchill, el bar de la otra cuadra lleno de jevitos sordos, el vecino que clava en la pared, el trueno de la tormenta que viene, la tele, el iPod, el teléfono… termina el día.

¡Ay ya cállense, cállense, cállense que me desesperan!

Y a lo lejos se oye una frase como esa ensayada de los que trabajan en la central telefónica. Es la voz de Dios que dice bajito:
“Aunque no me escuche, estoy con usted”.

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