sábado, 27 de septiembre de 2008

En el Cementerio

Mini-Teorema para consolarse en el dolor: El amor no muere nunca
Demostración:
(1) "El amor es energía que lo abarca todo", según Brian Weiss, a quien nunca he leído ni pienso leer (pero una búsqueda en la web me arrojó que él había escrito eso, y yo lo creo).
(2) Un clásico enunciado de la física newtoniana (ley de la conservación de la energía) que aprendimos todos en la escuela dice que "La energía no puede crearse ni destruirse, sólo se puede cambiar de una forma a otra"
Conclusión:
Por (1) y (2) obtenemos que:
El amor no puede crearse ni destruirse, sólo puede cambiar de una forma a otra.
L.Q.Q.D.

Siendo esto así, y sabiendo que el amor viene de Dios, quiero pensar que todo lo que uno invierte en pos del amor no muere, sino que de alguna manera vuelve a El y El lo devuelve transformado en otra forma de amor, probablemente más puro. De otra manera, los heridos de amor tirarían la toalla y dejarían esta vaina para dedicarse a algo más productivo.

Este simple pensamiento me dio fuerzas, y quería compartirlo. Y como estoy en etapa poética, y hay que aguantarme así, publico aquí mis notas del momento en que empecé a pensar sobre ésta y otras cuestiones, en frente del cementerio de los jesuitas en Manresa. (La verdad es que cuando uno tiene la mente puesta en una cosa, la ve donde quiera, en este caso hasta en un cementerio).

Treinta y dos cruces pequeñas
plantadas sobre la tierra
y lucen como si hubieran
brotado realmente de ella,
me dicen, más bien me gritan
que el tiempo es corto aquí afuera.

En cada cruz hay un nombre,
y cada nombre recuerda
la vida y obra de alguien
que ya no está en esta tierra.
Una que otra cruz exhibe
un jarrón de flores frescas.
Otras se ven solitarias.
Esas, acaso más viejas,
lucen como si hace tiempo
visitas no recibieran.

Y yo me pregunto entonces
¿Por cuánto tiempo pudiera
ser un nombre recordado
después de que alguien partiera?
¿Acaso algo de nosotros
logrará pasar la prueba
del tiempo, que todo borra
hasta del amor su huella?
¿Qué cosas de las que hacemos
con tanta pasión y entrega
en el corazón del otro
llegarán a ser perpetuas?
¿Y quién irá a recordarnos?
¿Acaso habrá flores frescas
en la cruz del cementerio
del amor que una vez fuera?

Suspiro y vuelvo al presente:
Treinta y dos cruces pequeñas
encima del camposanto
me miran desde la tierra
En cada cruz hay un nombre,
escrito en pintura negra
y debajo de ese nombre
separadas hay dos fechas
por un guión tan pequeño
que es casi una incongruencia,
como si en esa rayita
abarcar se pretendiera
todo lo que en esta vida
a esa persona ocurriera.
En el guión se reducen
esperanzas y quimeras
amores, gratas memorias,
proyectos, planes, ideas,
y todo lo que acumula
el alma en esta existencia.

Una diminuta raya
que en su pequeñez revela
lo frágil y transitoria
que puede ser la existencia.
En ella también se guardan,
en un centímetro apenas,
los tropiezos, las caídas
y las heridas de guerra,
los fracasos, desaciertos,
miedos, errores, tristezas,
y todas aquellas faltas
que esa persona tuviera.

Y yo vuelvo a preguntarme:
¿Dónde se va, dónde queda
lo que uno le entrega al otro,
lo que el otro a uno le entrega?
¿Se olvidan las cosas malas
y permanecen las buenas?
¿Subsisten los sentimientos
y se olvidan las ofensas?
¿Dónde se van tantas cosas?
Lo vivido, ¿Dónde queda?
¿Y los amores que mueren
de súbito y a la fuerza,
quedan en un limbo eterno
como las almas en pena?
Si se entierran las personas,
¿el amor, dónde se entierra?

Detrás de este cementerio
donde ya no crece hierba
sólo se ve el horizonte,
y el mar que nunca se aquieta,
el mar repleto de vida
y también de cosas muertas
siempre igual, siempre distinto,
el mar que no se sosiega.
No lo entiendo, no es posible,
no me cabe en la cabeza:
Cómo existe tanta vida,
tanto amor, tanta belleza,
sepultados bajo el agua
y en el fondo de la tierra;
cómo existe tanta muerte,
tanto dolor, tanta pena.
sepultados bajo el agua
y en el fondo de la tierra

Tanta vida, tanta muerte.
Lo mismo ocurre allá afuera,
alrededor de nosotros,
como librando una guerra.
Tanta vida, tanta muerte,
dentro de nuestra existencia,
en cosas que cada día
nos matan y nos renuevan.
Tanta vida, tanta muerte,
como en una gran orquesta,
en el interior de alguien
que el corazón eligiera
para ser su acompañante,
como la persona cierta
con quien compartir la vida
hasta que la muerte venga.

Al fondo del cementerio
hay una cruz grande y recia,
al centro, como cubriendo
a las otras más pequeñas,
como quien acoge al otro
con las manos siempre abiertas,
como un faro que ilumina,
como un amigo que espera,
como un punto de partida,
y a la vez como una meta.
Por ella tiene sentido
todo el dolor de esta tierra,
por ella las otras cruces
adquieren su fortaleza.
A sus pies yo deposito
todo lo que ahora me aqueja
y me levanto triunfante
sabiendo que por su fuerza
la vida sigue viviendo
y la muerte ya está muerta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo! El amor NO se crea, NI se destruye, solo se transforma.

besitOs!!

Desiree dijo...

diantre, Simón... diantre... diaantree...

Anónimo dijo...

El amor es una droga....Dije amor? No.La droga es la pasion. El amor no es adiccion sino adicion.... no te resta, te suma!