lunes, 15 de septiembre de 2008

Contemplación de la Nube

Meditando el Salmo 8 y el Principio y Fundamento de San Ignacio, entendí finalmente dónde estaba yo parado: Justo en el medio entre Dios y la creación que El hizo para mí. Me tomo el atrevimiento de parafrasear un extracto: "Las cosas son creadas para que le ayuden al hombre. De donde se sigue que el hombre ha de usar de ellas en cuanto le ayuden a su fin. Y ha de quitarse de ellas cuanto para el fin le impidan... Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas."

Y entonces empecé a ver claramente que, como todo aquel que ha experimentado una pérdida, estaba yo siendo preso de las cosas que en principio fueron puestas ahí para mí. Me estaba quedando en los objetos, refugiándome en ellos, y perdiendo la esencia. Y ya yo no era dueño de la flor, de la música, de la foto, de la botella de vino... en vez de pertenecerme, yo les pertenecía. Tenían dominio dobre mí, decidían la suerte de mi día sólo con aparecerse en el lugar y la hora correctas como para que yo me quedara allí colgado con ellas. Y no es verdad, porque yo estoy por encima de todo eso. Y por debajo de Dios.

Por eso, casi a manera de exorcismo, escribí estos versos destinados, como dice Serrat: "A ninguna parte, a ningún buzón". Ojalá que sirvan para aquellos de ustedes que se han quedado "enchivados", patinando en el recuerdo de las cosas y en vez de verlas con alegría, las ven todavía con añoranza (ignorancia). Este es el primer paso en la cicatrización de las heridas de aquellos que han visto partir a un ser querido.

Contemplación de la Nube

Hoy me he puesto a ver las nubes
como hacíamos tú y yo juntos
frente al lago, bajo el cielo, entre el verde y el azul.
(“Cirros, cúmulos, estratos,
no se olviden de los nimbos y demás combinaciones”
,
les explicaste a tus niños
mucho antes de que existieran nuestras sesiones de nubes).

No lo hice por masoquismo
ni para poder hallarte en sus formas y colores.
Lo hice porque quise hacerlo,
porque sentí que podía,
porque siempre existen nubes para poder contemplarlas,
porque no son nuestras nubes, ni tus nubes, ni mis nubes.

Al hacerlo me di cuenta
de que no estás en la nube
ni en mi percepción de nube
ni en mi recuerdo de nube.
Y descubrí que tampoco estás en todas las cosas
como hasta ayer yo pensaba.
No estás dentro de las fotos, ni en las cartas y canciones,
ni en el café matutino, ni en el jarrón con las flores,
ni en los aromas que guardo y repaso en mi memoria.

Todos ellos, como nubes, van cambiando poco a poco,
se mueven hacia otro cielo o se convierten en lluvia.
Son sólo la utilería para recrear una escena;
tú y yo somos los actores al final del primer acto.

Tú no estás en esas cosas que envejecen y se dañan.
Donde estás y estarás siempre
es en el centro del alma, del lado izquierdo del pecho,
donde plantaste tu tienda.

Allí no se oyen canciones, allí no llegan las cartas,
no hay aromas ni colores, ni flores que se marchitan,
ni café por las mañanas.

Allí sólo hay la certeza de una verdad revelada:
Un amor que no es de nube,
no se mueve ni se marcha,
porque no es amor humano,
es una llama sagrada que nunca podrá extinguirse.

Es allí donde tú habitas,
pero tampoco es tu espacio,
ese espacio tiene Dueño.
Tú y yo somos sólo leños
en este fuego bendito
que Dios ha puesto en mi alma.

1 comentario:

Diggi dijo...

Diosss Simon, eres único!!!
Woow...sin palabras...tqm
Me alegro, rio, lloro y vuelvo y sonrio!