viernes, 6 de julio de 2007

Pequeñas Cosas

Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia.
Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta…

A mi amiga Lucy le cogió con que yo tenía que hacer arreglos en la casa, gracias a Dios porque cuanta razón tenía, esto da pena y parte el alma. Más pena da que el presupuesto solo alcanzara para arreglar el cuarto de visita. Lucy y Raquel, por amor al arte, se dedicaron a traducir mis torpes ideas y a poner toques de buen gusto donde sólo había discos, libros y películas, además de muchos, muchos regueros.

A medida que avanzaba la remodelación se hacía más necesario limpiar y botar. Fue así como vine a dar con aquellas dos cajas de zapatos que habían sobrevivido seis mudanzas. Ambas cajas, pesadas y llenas de polvo, estaban repletas de souvenirs, fotos, tarjetas, recuerdos, recortes de periódico, y muchas, muchísimas cartas. La primera caja se llenó antes de irme a Arizona, digamos que entre los 15 y los 25 años. La segunda se llenó más que nada en esos dos años por allá y los diez años subsiguientes.
Después de muchos estornudos, logré empezar la limpieza y boté una buena cantidad de artículos “sin importancia”, cuyo valor sentimental evidentemente desapareció. Entonces empecé a abrir cartas y a darles una ojeada antes de clasificarlas. A la derecha colocaría las que se iban a salvar, a la izquierda las que iba a botar.

Son aquellas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas...

Al abrir la primera carta, fechada del 1985, y al leer su contenido sentí un vuelco en el corazón y con firme decisión la puse a la derecha. Ahí entendí que tenía que cogerlo con calma, quizás había otros tesoros escondidos por ahí. Seguí buscando, tratando de entender el momento en que decidí empezar a guardar todo esto. Pienso que probablemente guardé y escondí estos papeles como respuesta a la crisis existencial que le entraba a mami de vez en cuando y que le daba con botar, regalar, romper, tirar y organizar. La entiendo ahora más que nunca, pero en aquel entonces se me ocurrió que podía salvar mis recuerdos de aquellas redadas terribles que borraban la memoria de la casa.

... en un rincón, en un papel o en un cajón

En aquellos tiempos, antes del chat y del e-mail, la usanza era escribir de puño y letra, pegar un sello y meter la carta en un sobre rumbo al buzón. Ya el mundo nos parecía pequeño, antes de que se hablara de globalización, y yo hasta llegué a establecer correspondencia con una amiga de México a quien nunca conocí y de la cual nunca supe más después del terremoto.
Cuando llegaba del colegio me encontraba las cartas encima de la cama. Si me habían escrito a casa de mis abuelos (Cuba 37, Santiago, RD, era más fácil), abuela me dejaba la carta en el sofá de la sala. Abrir aquellos sobres con toda la ilusión del mundo nada tiene que ver con dar un clic en el Inbox, aquello era un ritual, cada palabra era saboreada, repetida en la mente, atesorada.

Me encontré con cartas maravillosas y otras francamente insípidas, pero que en mi corazón adolescente o de joven adulto surtieron un efecto positivo, a tal punto que pensé guardarlas para el futuro.
¡Oh sorpresa, estamos en el futuro!
Aunque es cierto que muchas de las cartas que estuve revisando fueron a parar al basurero, pienso que cada uno de estos papeles viejos tuvo un significado una vez, me hizo reír o llorar igual que lo hacían ahora en algunos casos. Aquellas cajas llenas de alérgenos también estaban llenas de nostalgia y buenos recuerdos, solo buenos recuerdos. Incluso hasta tengo cartas escritas por mí para mí, “para que no te olvides", empezaba diciéndome en una de ellas, "de por qué decidiste esto en este momento”.

Como un ladrón te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan a su merced como a hojas muertas

El proceso de selección ha durado un par de meses, pues son decenas y decenas de cartas, y por eso me he dado a la tarea de disfrutarlo, con calma, sobre todo los domingos en la tarde. Dicen que cuando uno se va a morir le pasa toda la película de su vida por delante en un santiamén. Yo, como me voy a morir (no sé cuando, pero estoy seguro), estoy viendo la película capítulo a capítulo, y la estoy disfrutando como enano de circo. En estas cartas amarillentas hay bellos recuerdos de los amigos del colegio, de la universidad, de mis estudios en Tampa, en Carolina del Sur, en Arizona, de familiares lejanos, de amigos entrañables, de consejeros que ya no están vivos, de compañeros de viajes, de experiencias, de la vida en general.

Desde un pasado remoto o cercano, a través de la tinta me llegan palabras de aliento, consejos para situaciones y problemas que alguna vez me agobiaron y que hoy no recuerdo, palancas para el alma triste, recuerdos de amores marchitos que alguna vez me robaron la calma, alusiones a eventos que fueron importantes alguna vez, y como dice la canción “me veo claramente” reflejado en cada letra, en cada línea, en cada recuerdo.

que el viento arrastra allá o aquí, que te sonríen tristes y...
... nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve....

Finalmente el basurero quedó casi vacío. Voy a necesitar cajas nuevas, mucho más tiempo, y mucho Claritine, que este polvo del pasado se me mete en los ojos y las lágrimas se me salen solas, debe ser la alegría, que al fin y al cabo es alergia mal escrita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aprovecha un dia de pique....veràs q es mas facil botar papeles :P

(chiste malo)