jueves, 21 de junio de 2007

Puré para Quince Días

Después de dos horas y cuarto esperando con escalofríos en una sala atestada de gente, al fin el doctor Xxxx me atendió. Yo era el último paciente del día, y en ese lapso de tiempo rendí tributo en mi mente a los genios que se inventaron la palabra “paciente” para indicar la única actitud con la que se puede soportar esa espera.
- Abra la boca, diga A, meta la lengua, saque la lengua (al menos le saqué la lengua en su propia cara)
- A ver, a ver, oh sí, wow (ese wow no me gustó).

Retira la paleta de mi boca y se sienta frente a su laptop a teclear como lo hago yo en este momento, con la diferencia de que lo hace en silencio aún cuando ya tiene un diagnóstico. Suspenso. El hombre se da su importancia, se le ve poderoso como quien tiene en su poder el capítulo final de Harry Potter, la página en blanco de Balaguer…

- ¿Y entonces, doctor? Le pregunto con voz débil y gangosa. Se percata de que tiene toda mi atención y viendo la pantalla me dice:
- Tienes faringo-amigdalitis
(¡Qué lindo suena, como a combo-oferta!). Sigue tecleando y me sigue ignorando.
- ¿Y entonces?
Finalmente da su estocada final con un punchazo a la tecla de Send que dudo haya vuelto a servir después de eso. Suena impresora, sale receta, viene papel… El hombre al fin me mira a los ojos para cantarme la sentencia:
- Te voy a recetar Megacilina inyectada para la infección, y Tylex en cápsulas para el dolor. Además, mucho líquido y reposo para que te recuperes rápido.

Me quedo de una pieza. Sé que tengo fiebre y trato de estar lo más lúcido posible.
- ¿Y para la soledad, doctor, qué me va a recetar? ¿Quién me va a acompañar si en esta ciudad de Dios no tengo padre ni madre ni perrito que me ladre? ¿Qué voy a hacer cuando empiece a ver monitos encaramándose por las paredes y mi mamá no acuda con un trapito mojado en agua de Florida a bajarme la fiebre? ¿Quién me va a hacer el purecito, la gelatina, la sopita boba? Doctor, yo vivo solo, la señora que me limpia no le toca ir hasta el jueves y es más vaga que la quijada de arriba. ¡A esto precisamente es que le he temido siempre! ¿Qué voy a hacer cuando esté débil y sudoroso? ¿Dígame, doctor?
Oh, ¿Y ahora, quién podrá defenderme?
...
- ¿Me estás escuchando? Como que te me fuiste lejos en la última parte cuando te dije lo del líquido y el reposo
- Sí, doctor, discúlpeme, estaba pensando en otra cosa...

Media hora y un punchazo en la nalga más tarde…

¿Quién era que quería “compañía”?
* Nada más hizo Mildred enterarse para de inmediato pasarle mini-mensajes a mis amigos cercanos para que estuvieran tan pendientes como ella de mi salud.
* Yolanda, efectiva como la Megacilina, iba a dejar su marido convaleciente para venir a visitarme, aunque la atajé.
* Carolina desde lejos pendiente como la que más, estuve a punto de decirle “ven para acá”, solo para darme el gusto de escucharla decir “te llamo ahora, déjame averiguar los horarios de la guagua”
* Jennifer con su niña enferma, pero más exacta en sus llamadas que la receta del Tylex, cuatro dosis por día.
* Juanjo con la amenaza de venir a preparar desayuno, comida o cena (gracias, Señor, por apartar de mí ese cáliz)
* Mi jefe me llamó para saber de mí, o fue eso, o la fiebre me subió más de lo que pensé.

And the Oscar goes to…. (Aquí entra el clásico redoble de tambores): ¡Rousa Kenty-Ssenou! (Rosa Cantisano para quien no sepa "oír" en inglés).
En estos días de discutir con los monitos de las paredes y de exprimir pijamas sudadas aprendí, gracias a mi amiga Rosa, cosas que siempre había escuchado pero nunca me había tocado validar:
  • Un amigo está dispuesto a acudir cuando lo llames, pero un GRAN amigo acude sin averiguar
  • Un amigo te dice “cualquier cosa que necesitas me avisas”, pero un GRAN amigo sabe lo que uno necesita

Ese mismo día 'Santa' Rosa había llevado a una compañera de trabajo a la clínica porque se había desmayado, y luego acompañó a otra a enterrar su perro. Luego tuvo el hermoso gesto de venir a mi casa con tres potes de jugo en la mano, preparar puré de papa como para quince días, cambiar la ropa de cama, ponerme una cataplasma de Cofal (todo esto bajo estricta prohibición de silencio de mi parte), y luego se fue tan rápido como vino porque se le pasaba la hora para chatear con su novio. Lo último que alcancé a ver antes de cerrar los ojos fue el celaje de su camiseta que decía “causa perdida” (me sonreí pues yo no hubiera elegido un mejor slogan).

Gracias, Rosa, por casi veinticinco años de amistad. La última vez que la vida nos juntó prometimos que ya no iba a ser intermitente, y aquí andamos.
A aquellos que les guste el puré de papas adobado con cariño están invitados a pasar por casa en los próximos días...

2 comentarios:

dl dijo...

Diantre qué mal lo que te pasó. Yo sé lo que es eso.

Anónimo dijo...

al menos le saqué la lengua en su propia cara

Jejejejeje, luego de lo de los limpiabotas, me sacaste ahora una sonrisa. Que bueno no dejarme en el dolor....

Nada, pa la proxima gripe te llevo helado!