domingo, 6 de mayo de 2007

Distinguidos Comensales

Este caluroso domingo de mayo en el que pendejamente se acaba de cerrar una pre-campaña del partido oficial derrochando millones y millones de pesos...
... este denso domingo en el que las palas mecánicas siguen extrayendo montones de tierra del subsuelo de una ciudad que cava su propia fosa en el jodido metro...
... este fuñón domingo de cierre de una feria del libro en el que se congrega el pueblo, sudado y pegajoso, a pasear sin poder ni querer comprar un libro...
... este soleado domingo valió la pena levantarse y salir de la casa.

Después de una maravillosa tanda de piscina, me fui a almorzar con un amigo, antojado de una deliciosa pizza a la leña que hacen por mi casa. Muy yuppies nosotros, lo más lejos que teníamos era que íbamos a terminar comiendo con dos invitados muy especiales: Víctor Manuel y Luigi. Estos personajes con nombres de artista nos hicieron la mejor tarde que he tenido desde hace tiempo.

Resulta que mientras degustábamos una pizza de camarones y otra de vegetales al grill, a través del cristal un limpiabotas hace señas hacia la mesa, el número uno con el dedo índice, y luego señala el plato. Mi amigo Fernando, más noble que una lechuga, en vez de llevarle un pedazo al muchachito, hizo que éste entrara comer con nosotros. Hubo forcejeo y negación de parte del personal de aquel lugar (Rosso se llama), hasta que se impuso su argumento de que el niño era su invitado.

Nuestro invitado entra y se sienta a la mesa, pero pide que inviten a otro amiguito suyo que está fuera y no ha comido. Muy educadamente dan las gracias y se disponen a comerse su pedazo de pizza con cuchillo y tenedor, como vieron que lo hacíamos nosotros. Les dijimos que lo podían hacer con las manos, pero uno de ellos insistió en que tenía las manos sucias y así era mejor, pero que lo ayudaran a partir los pedazos.

Víctor Manuel y Luigi, nuestros distinguidos comensales, nos empezaron a hablar de sus vidas mientras comían. Voy a tratar de transcribir algo de lo que capté:

Víctor Manuel: Yo me llamo Víctor Manuel Núñez Cruz
Luigi: Y yo Luigi
VM: Yo vivo en Capotillo, yo ante vivía en Cristo Rey pero ya no.
Luigi: Y yo vivo en la 21, eso e en la Gome pa'rrriba, por donde tan haciendo el metro. Yo voy to lo día pa la casa de mi abuela en Cristo Rey. Me muevo en Onsa.
VM: Yo tengo once año y toy en cuarto curso, porque me adelantaron uno. Lo que pasa era que había do chamaquito que me querían bufiar dique que sabían má que yo, y ello iban adelantao en el libro Nacho, hata que yo me fajé y me le adelanté leyendo, ahora tan ello en la mima lección y no pasan de ahí, pero yo soy má vivo y ya voy alante que ello

Luigi: Po yo también tengo once año, pero ahora e que toy en primero, me tan enseñando a leer"
VM: Eso e' fácil, manito. Mira, primero tú te aprende a-e-i-o-u y depué ma-me-mi-mo-mu y depué pa-pe-pi-po-pu y así va tu folmando to la palabra que hay
Luigi: A mi no me guta esta comida, pero eso no se puede decir porque e mala educacion
VM: Y ademá hay que dar gracia por la comida, polque hay gente que no puede comel
Luigi: Yo no le como comida a to el mundo, porque alguien puede hacerle una maldá a uno y ponerle una cosa en la comida
VM: Yo la mitad de lo que me gano se la doy a mi mamá pa' la comida de mañana
Luigi: Y yo lo que me gané ayer y hoy es pa comprar el gas a mi mamá que ya se le acabó, pero no he hecho mucho hoy
VM: A un chamaquito que yo conoco le robán tó el otro día, y ese día él había hecho mucho cualto
Luigi: A nosotros nos quitan el dinero los más grandes
VM: Eso lo usan ello pa fumal droga y pa jugal
Luigi: Se ve que no han ido a la ecuela que creen que eso deja
VM: Ya yo no quiero má pizza, pero el refreco sí ta bueno
Luigi: Le voy a llevar un pedazo a mi hermanito

Sé que se me han escapado muchos detalles, pero en pocas y sencillas palabras aprendimos sobre la responsabilidad, sobre el importante papel de la educación en el desarrollo de una persona, sobre los valores familiares... Aprendimos de modales, de honestidad, de tolerancia, de compañerismo, de respeto, de trabajo... Aprendimos de discriminación, de injusticia, de abusos, de desigualdad social... Aprendimos de la vida.

Cuando ya se iban, se miraron uno al otro, se hicieron una seña entre ellos, y se metieron debajo de la mesa, a quitarnos los zapatos a Fernando y a mí, los cuales en un santiamén se llevaron para afuera y empezaron a limpiar, viéndonos con una sonrisa inolvidable desde el otro lado del cristal.

Ese mismo cristal que me niego a bajar en las esquinas, ese que se empaña o se manda a entintar, para que no se vea nada del otro lado, porque de este lado todo es conocido y cómodo, de este lado me siento protegido y limpio, de este lado no se oye el ruido de ese clamor que a veces es tan simple como una seña con una mano sucia que hace el número uno con el dedo índice y luego señala mi plato.

Según el Banco Mundial, el 13% de los niños entre 7 y 14 años no asisten a las aulas debido a que se dedican a trabajar o se quedan en sus hogares realizando tareas domésticas. Un 11% trabaja y estudia al mismo tiempo, lo que significa que una cuarta parte de la población de menores se ve imposibilitada de continuar una educación que les permita capacitarse.

El índice de analfabetismo de menores en la República Dominicana es relativamente alto. Según la UNICEF el 15.6% de los menores entre 10 y 17 años no saben leer ni escribir, y sólo 25 de cada 100 adolescentes entre 15 y 17 años han cursado la escuela secundaria. La deserción de los menores de las aulas de clase para convertirse en entes productivos, sustituyendo los libros por el trabajo, es probablemente el problema más grave que enfrentan los niños. (Estadísticas de la O.E.A.)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi amiguito querido:

Increíble que este sea precisamente el blog que no viene inmediatamente despues de la espera curiosa... El más limpio y puro de los que hasta ahora has escrito.

Tú lo sabes, siempre me he dejado enseñar de los más pequeños, los únicos que son capaces de desaprender para aprender.
Gracias por hacerle la vida más feliz, aunque fuera por un día sólo, a dos angelitos en la tierra.

Yo tengo uno malito en casa, y cada vez que se pierden dos onzas de leche, pienso en el agua de arroz...

Abrazos!

DELIA

Anónimo dijo...

VM: Y ademá hay que dar gracia por la comida, polque hay gente que no puede comel

Me acabas de hacer llorar...aqui toy derramando agua como loco....

Mierquina, que egoista me siento, que superficial....

Krismelys dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Krismelys dijo...

Hola Simón.
Ha sido un placer encontrar este blog de forma indirecta, por medio de nuestra amiga Fifi.
Te contaré que tuve una situación similar a mi regreso a Santiago estando el Restaurante Olé, almorzando con mi mamá.
Habían unos niños descalzos y a medio vestir en la acera. Nos vieron comer y empezaron a pedir dinero, pues decían que tenían hambre. Saqué todo lo que tenía de mi bolsillo y le entregué a cada uno de ellos un alguito para que puedieran comer.
Luego llegó otro niño a pedir, que no se encontraba en el grupo, para ese entonces ya no me quedaba dinero para dar. Y con su insistencia y su terrible historia de que no había comido nada, lo invité a que almorzara con nosotras.
Al igual que a tí, el servirdor se acercó a la mesa muy enajodo, botando al niño del restaurant. Mi indignación fue tal, que puse al mecero en su lugar y le pedí al niño que ordenara lo que le placería comer.
En eso empecé a preguntarle al niño de su vida. No te se decir si fue un cuento largo que me dió para que le tomara pena o si en realidad esa era su vida, pero el vaso se rebosó al decirme que tenía 7 años y nunca había ido a la escuela. Todavia me acuerdo y se me llenan los ojos de lágrimas.
Para mi fue muy chocante la experiencia porque sólo pensé en mi sobrinita de tambíen 7 años y todas las bendiciones que ella tiene.¿Y si hubiera sido ella la que estubiera mendigando por las calles, comiendo de los contenes de basura, durmiendo dentro de cajas de cartón, sin saber leer?
Ahí, en medio del restaurant, a pleno medio día, en frente de mi mamá y un ejecutivo en la mesa de aldo, me fajé a llorar. Tanto así, que el ejecutivo, que estaba mirando todo lo que sucedía, vino y se sentó en mi mesa a consolarme.
Es una pena como nos hacemos inmune ante la disparidad que sufren estos seres indefensos que no pidieron nacer bajo esa infortunia... Y así tenemos el descaro de no vivir comformes y quejarnos ante pequeñas estupideces, cuando en realidad hemos sido abundantemente bendecidos por el Dios Altísimo...

Gracias, Simón, por ser un alma noble y tener la sensibilidad de ser usado por Dios, aún en la sencillez de brindarles una pizza y tratar a Luigi y Victor Manuel con honor y dignidad.