miércoles, 27 de julio de 2005

Mis amigos "Pues sí"

El domingo 28 de diciembre del 2003 llegué muy temprano en la mañana al aeropuerto de Barcelona, donde me recibiría mi amiga Eugenia Collell.
A Eugenia la había conocido siete años antes en Tempe, Arizona, donde ella estudiaba el post-doctorado y yo la maestría. Le avisé de mi visita apenas una semana antes, después de un largo tiempo sin habernos hablado ni escrito. Siete años sin verla, en ese tiempo ya habían pasado muchas cosas en nuestras vidas (ella ya tenía tres hijas, por decir algo). Habían también muchos recuerdos en común, una gran amistad que la distancia había mellado, y yo tenía una gran ansiedad por ver a Eugenia y contarle, y preguntarle, y hablar, y...

De repente, entre la gente, alcancé a verla, menudita con su pelo corto y sus gafas, y corrí hasta ella. Eugenia me abrazó fuertemente sin decir nada y al soltar el abrazo me miró y me dijo: "Pues sí..."
Yo me quedé de una pieza, no esperaba este recibimiento tan raro. Empezamos a hablar ni me acuerdo de qué y evidentemente que en los días posteriores nos pusimos al día con todo. A mi regreso de España volvió el silencio cibernético y telefónico y volvió a sentirse el peso de la distancia.

Más tarde vine a entender la expresión de Eugenia. Certera, dulce y sabia expresión. Era como si siete años atrás hubiésemos dejado una conversación a medias y de repente la continuábamos como si nada, "pues sí, como te iba diciendo, ¿en qué íbamos?" Así es nuestra amistad.

Empecé a partir de ahí a inventariar mis amistades "pues sí", aquellas que han sobrevivido los kilómetros y los años sin sufrir menoscabo, aún cuando no compartamos el día a día. Aquellas amistades que se conservan encurtidas en el tiempo y que solamente hay que destapar y probar, el sabor está ahí.

Gracias, Eugenia, Javi, Edu, Luima, Channy, Irma, Gabriel, Johy, Nallim, Enzo, Tonocho, Marce, Sandra, Alex, Fernanda, José, Ico, Jorge, Reyna, Manny, Wendy, Sergio, Hugo, Ernesto, Olman, Horacio, Joany, Travieso, Pachy y muchos otros y otras que no me llegan a la mente en este momento y que están en otros husos horarios y en otras latitudes, y que para verlos de nuevo hacen falta visa y pasaporte, tiempo y dinero. Pero sobre todo sé que están ahí, siempre han estado ahí, siempre estarán ahí, sin dar ni pedir explicaciones.

Ustedes no son fotos de un álbum ni recuerdos desteñidos. Viven en mi corazón y le pido a Dios que me permita verlos a todos de nuevo y abrazarlos sin hablar. Pues sí...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues sí...
Alguna vez platicamos que la distancia aclara los sentimientos y no importa cuanto tiempo pase o cuanta gente te encuentres ni la multitud en la que acordemos encontrarnos, ya que entre la multitud, al verte, sin decir nada te reconocería y te llamaría por tu nombre para finalmente darte un abrazo de hermano, de esos hermanos que tenemos la dicha de escoger..

Anónimo dijo...

Querido Simon... Como siempre tienes la capacidad de emocionarme. Gracias por estar ahí. Un abrazo muy fuerte hoy y siempre.