martes, 16 de agosto de 2005

Semana Global

Trataré de narrar, sin confundirme yo mismo, los sucesos que me llamaron la atención de los últimos días. El miércoles 10, en el avión que me llevaba rumbo a Estados Unidos, conocí a Wilhelm Scholz, un fotógrafo que estaba en Alaska, pasó por la Rep. Dominicana y se dirigía a México. Hijo de alemana y español, casado con una norteamericana, y con un hermano en Japón y otro en Venezuela. Se me hizo interesante conocer un "ciudadano global" y pensé en cuán pequeña es la esfera en la cual nos movemos.

Una vez en Princeton, mi destino, la primera noche me junté con un compañero de trabajo cuyo padre es embajador en el Vaticano, la segunda noche con colegas de Montreal, y al día siguiente estaba en Nueva York con mi amigo Enzo, de sangre italiana, libanesa y dominicana.

El sábado hice un tour en las Naciones Unidas, declarado terreno internacional, con una guía bielo-rusa y un grupo de japoneses, brasileños y peruanos que allí estaban.
Visité a mi tía Lourdes, dominicana casada con un cubano y cuyos tres hijos se casaron con un ruso, una griega y un japonés respectivamente.
Conocí personas de Colombia y Portugal.
Comí comida hindú, china, gringa e italiana.

Y aquí estoy de vuelta, seis días después, sintiendo que aunque el mundo gira demasiado rápido y que aunque las distancias se han vuelto demasiado cortas, aún así los seres humanos somos demasiado parecidos, y total, en el fondo todos sudamos, sangramos y lloramos, tenemos esperanzas y temores, y pensamos todos que nuestro pedazo de tierra que llamamos patria sigue siendo el mejor del planeta, aún a pesar de todo...