domingo, 21 de enero de 2007

30 Años con Nosotros

Llegó a casa en el verano del '75 siendo una adolescente. Venía con la recomendación de doña Flor de que era una muchacha muy buena y que le dieran una oportunidad de trabajar. Yo tenía apenas cinco años, de manera que entre mis maravillosos recuerdos de la niñez Consuelo siempre tuvo algún tipo de protagonismo.

Al cabo de un tiempo empezó a estudiar en el colegio nocturno y nosotros la ayudábamos con las tareas. Llegaban a casa ella y sus compañeras de clase, y de una manera u otra nos involucrábamos mis hermanas y yo en sus estudios, cosa que yo disfrutaba mucho. Para ese tiempo mi hermana mayor le cambió el nombre de Consuelo por el de "Conco", apodo cariñoso con el que la llama todavía mucha gente incluso externa a la casa.

Cuando nació mi hermana menor, Esther, Conco jugó un papel muy importante en su desarrollo, pues de ser la muchacha del servicio se convirtió, sin título ni etiquetas, en la nana de la niña, la cual se refugiaba en ella en todo momento, incluso en sus caminatas sonámbulas que la llevaban hasta la habitación de su querida Conco. Veintidós años más tarde se convirtió en la nana de mis sobrinos Jean Paul e Isabelle. Esta última, por decisión propia desde los dos años, siguió el mismo camino de la tía Esther y eligió a Consuelo como la favorita de la casa, por encima de tíos y abuelos. Da gusto verlas juntas. Se me olvidaba decir que Conco nunca se casó y tampoco tuvo descendencia, de manera que estas niñas, en diferentes épocas, vienen siendo lo más cercano a sus hijas (ahora se está preparando mentalmente para ser la nana de Estela, la hija de Esther que nacerá en junio).

Eso de trabajar de día y estudiar de noche no es fácil, sobre todo en una casa con cuatro muchachos inquietos, sin embargo al graduarse de bachiller Conco decidió seguir estudiando, me imagino que impulsada por el ambiente universitario que desde siempre se respiraba en casa (mami, papi y mi hermana Mónica estaban al mismo tiempo en la universidad). Mami la empujó y con esfuerzo se graduó de tecnóloga en Contabilidad, carrera que nunca ejerció, pues decidió seguir trabajando en casa y hacer negocios de ventas informales, los cuales mantiene hasta hoy.

Consuelo ha jugado un papel vital en el soporte de su otra familia, la de sangre, y a lo largo de los años fue el sostén económico de sus padres, ahora fallecidos. Sin embargo, sabemos que tácitamente somos familia. Hace tiempo que vive en su casa y trabaja en la de mis padres en horario de oficina, pero cada noche llama solo para saber cómo anda todo. En sus vacaciones se la pasa llamando, o mami se la pasa visitándola, no lo entiendo mucho, pero es así.

Trenta años no son poco tiempo, y en ellos Conco ha visto a aquellos cuatro muchachos inquietos crecer, irse de la casa, casarse, procrear, y muchos otros eventos importantes en nuestras vidas. De hecho, se conoce los cumpleaños, aniversarios, edades, placas y cédulas de todos. Es que Conco es un banco de datos y a veces para bromear la llamamos conco.com, pues todo lo que ocurre y ocurrió es registrado en su cabeza.

No sé a quién de nosotros se le ocurrió llamarle en algún momento "el gran poder de Dios", pues todo lo sabe, todo lo oye, todo lo ve, etc. Es común que a las diez de la noche la llamen a su casa "Conco, ¿tú sabes dónde está la tijerita chiquita con el manguito negro?", y la respuesta, mecánica y efectiva, se oye del otro lado: "en el gavetero, en la segunda gaveta de abajo hacia arriba del lado izquierdo, debajo de unos papeles". Así mismo se conoce cada uno de los relacionados y amigos de los seis miembros de la familia. A veces alguien llama por teléfono, ella lo coge, entabla una larga conversación y al rato pasa la llamada al destinatario.

Uno de sus mejores atributos es la manera en que entiende a mi mamá, quizás mejor que todos nosotros. Todas la tardes que mami iba a dar clases a la universidad, siempre andaba de prisa, pero ya Conco sabía cuál blusa planchar, sabía que tenía que encontrar las llaves del carro que mami había perdido, y sobre todo sabía que tenía que colarle un café antes de salir, de manera que mami no perdía tiempo. Ha extrapolado esa habilidad al resto del entorno de mi mamá, y ya nos advierte cuando hay que andarle de lejos o si hay luz verde para acercarse, por decir un ejemplo. Y claro, son inseparables compinches en el juego de lotería, se comparten sueños, números "orejeados" y salen juntas cada semana al infalible ritual de "comprar números".

Conco es un puente en la quebrada comunicación familiar, y a veces nos sirve de tapadera para un fingido juego que va como sigue: yo le pregunto que qué sería bueno regalarle a mami de cumpleaños, mami previamente le ha dicho la respuesta si le preguntan eso, yo compro el regalo que me "aconsejó" Consuelo, y mami se pone feliz y me dice "es justo lo que necesitaba, diste en el clavo", al final todos ganamos y Conco almacena otro dato más en aquella inmensa base de datos de su cabeza. Si fuésemos de la realeza ya estaríamos fritos con la publicación de un libro sobre nosotros cuya autora fuera Conco.

Han pasado muchas otras personas por casa a lo largo de estos trenta años, el récord que más se le acerca es de quince años de servicio o algo así, pero nadie ha podido convertirse en parte de la familia como ella es, sin mencionar que al mismo tiempo es ama de llaves, nana, sicóloga, secretaria, consejera, comunicadora, memoria, asistente, traductora y muchas otras cosas más.

Así es Conco, uno de mis personajes favoritos y de mis personas preferidas.
Y ya cumplió treinta años de servicio ininterrumpido, sin medallas ni placas, sin promociones ni reconocimientos, excepto nuestro cariño y nuestra eterna gratitud. Acabando de escribir esto la llamo para preguntarle por un CD que se me perdió en casa en la Navidad...